Crítica Levante julio 2011
Cartas bien jugadas
Alfredo Brotons
Levante, 3 de julio de 2011
Obras de Honegger, Martin, Ravel y Stravinski
Claustre de la Universitat (Valencia) Orquestra de Valencia.
Director Jordi Bernàcer.
Hacía muchos años que no participaba en las Serenates una Orquestra de Valencia cuyos responsables actuales han tenido asimismo la buena y generosa idea ir confiando cada vez más los conciertos pre y post temporada a directoras valencianos en alza. Uno de ellos es Jordi Bernàcer (Alcoy, 1976), que en les Arts, donde ha asistido a Maazel, Mehta y otros, debe de haber aumentado considerablemente lo mucho que ya sabía. Al público de allí ya se lo demostró con una estupenda Manon a finales del año pasado, y ahora lo ha corroborado con esta actuación al frente de la otra gran orquesta de la ciudad.
Integraron la primera parte una Pastoral de estío de Honegger en la que la oscuridad no hizo sino abundar en el clima de íntimo recogimiento logrado por los sonidos y un Concierto para siete instrumentos de viento, timbales y cuerdas de Frank Martin lleno por el contrario de luz. Siendo posible citar momentos de gran brillantez individual para todos los jóvenes solistas sin excepción, los más constantes en ella fueron el clarinetista Joan Tormo, el trompista Cristian Palau y el trombonista Francesc Rozalén. Sin olvidar, naturalmente, el formidable solo del timbalero Javier Eguillor.
Tras el descanso, Le tombeau de Couperin de Ravel tuvo también todo el sutil encanto que se le podía sacar en una acústica suficiente pero no perfecta. Debido a esta circunstancia, sólo acaso el Preludio habría agradecido un punto menos de fidelidad a la indicación vivo.
Con ser excelente lo hasta entonces oído, fue en el difícil Juego de cartas de Stravinski donde puede decirse que Bernàcer jugó mejor precisamente sus bazas de técnica clara y fraseo musical. En el primer envite (donne) todo discurrió con fluidez hasta un vals esta vez quizá demasiado retenido. En el segundo gustaron sobre todo las variaciones primera y segunda (aquí especialmente el pasaje de como y oboe), las trompas en la coda y la danza de conjunto; y en el tercero, la batalla entre picas y corazones. El público salió compensado con creces del incómodo sistema de reparto de entradas.