Crítica Ritmo noviembre 2011
Festival de Música de Alicante 2011. Nuevos Aires.
Jordi Caturla González
Ritmo, noviembre de 2011
La 27ª edición del Festival de Música de Alicante ha aportado aire fresco a esta imprescindible cita con la música contemporánea. Varios han sido los factores que han contribuido a cosechar un notable éxito, comenzando por el estreno del nuevo y magnífico Auditorio de la Diputación, el gran edificio que el festival y la ciudad sin duda necesitaban. La variedad de propuestas también ha sido clave, contando con una gran presencia de agrupaciones sinfónicas: La Orquesta Nacional de España, la Orquesta Sinfónica de RTVE y la JONDE han marcado un certamen que también ha contado con grupos de cámara como los Solistas de Trondheim, el Grup Instrumental de València, o el Ensemble Kuraia. La ópera, la danza, las creaciones radiofónicas y las performances e instalaciones completaron una programación muy interesante, con claros guiños al gran público. El acercamiento del certamen a la ciudadanía ha sido uno de los objetivos de la nueva organización, que además de estas “concesiones” programáticas ha aumentado notablemente su presencia publicitaria. En lo musical, cabe destacar también los homenajes póstumos a Gombau y Olavide en la clausura, el concierto monográfico de la Escuela de Composición y Creación Artística de Alcoi y la gran cantidad de obras rusas conmemorativas del año dual con el país euroasiático. El exitoso 2º Encuentro Profesional de Música Contemporánea remató una edición que augura un buen futuro para el festival, siempre que se apueste, como este año, decididamente por él.
La 27ª edición del Festival de Música de Alicante (FMA) ha traído aire fresco a la ciudad levantina, cosechando un notable éxito que ha revitalizado la imprescindible cita anual con la música contemporánea. Las claves de esta buena aceptación pueden resumirse en las siguientes:
Estreno del Auditorio de la Diputación.
Es innegable la influencia que el nuevo edificio ha tenido en la presente edición. El auditorio es un edificio de espectacular arquitectura que ha permitido que las orquestas desarrollaran su labor con mayores garantías que nunca. En la sala principal, el amplio escenario alivia las estrecheces sufridas años anteriores y la excelente acústica permite apreciar en su verdadera dimensión a las agrupaciones sinfónicas. La sala de cámara complementa un recinto que era una verdadera necesidad para Alicante y para el festival.
El Festival se acerca al público.
Paradójicamente, en esta época de recortes que vivimos el FMA ha visto aumentado su presupuesto de manera sensible, lo que ha propiciado, por un lado, una mayor difusión publicitaria, y por otro, más presencia de grandes conjuntos. La programación de compositores “clásicos” como Shostakovich o Stravinsky también ha contribuido a este acercamiento. El público respondió asistiendo masivamente a los conciertos sinfónicos, sobre todo al que la Orquesta Nacional de España (ONE) dio en la inauguración, congregando a casi 1200 personas; lleno casi absoluto.
Gran presencia orquestal.
Tres orquestas han pasado este año por el festival. La ONE actuó los días 16 y 17 de septiembre con gran éxito en ambos; si bien, sólo hubo un estreno absoluto a cargo de Durán-Loriga, los programas de viernes y sábado contaron con presencias tan destacadas como la Sinfonía nº 15 de Shostakovich, la Tercera de Lutoslawsky y la Fantasía para cuerdas de Henze. Por su parte, la Joven Orquesta Nacional de España (JONDE) estrenó en nuestro país dos obras: Leyenda, una vibrante obra de Cervetti, y la Sinfonía núm. 7 de Schnittke.
La dirección de Jordi Bernàcer en ambas fue magnífica, llevando a la orquesta a un nivel de coordinación admirable y extrayendo de ella un sonido envidiable. Y por último, la Orquesta Sinfónica de RTVE clausuró esta edición con un homenaje a Gombau y Olavide. La agrupación se mostró exuberante y sin fisuras en Grupos tímbricos, exprimiendo al máximo la obra con una soberbia participación de la percusión. Clamor II de Olavide fue, no obstante, la protagonista de la jornada al estrenarse 35 años después de ser compuesta. Tamayo, el ideólogo de esta representación póstuma, condujo magistralmente esta “Música electrónica y orquesta obligato”, donde ambas partes se relevan y entremezclan sin que decaiga la atención del oyente.
Enorme variedad de propuestas.
Como siempre, el festival ha apostado por la diversidad en su programación. Este año, además de los conciertos, hemos podido disfrutar de las habituales creaciones radiofónicas, la danza de Dani Pannullo, la ópera de cámara Vanitas de Sciarrino, la performance intermedia de Jerez e Iges, y una instalación sonora a cargo de Valera y Legido. No hay que olvidar, por otro lado, el Encuentro Profesional de Música Contemporánea, dinamizador del sector que se ha afianzado en su segundo año con numerosa presencia.
Notable calidad musical.
El nivel interpretativo ha sido, en líneas generales, muy bueno. Además de las excelentes actuaciones orquestales citadas antes, el Archaeus Ensemble abordó un programa íntegramente compuesto por obras del colectivo de autores de la Escuela de Composición y Creación Artística de Alcoi (ECCA) de Javier Darias. La agrupación rumana estrenó Kroúmata de Molina y Almadrava de Orts, interesantes obras donde fagot y percusión, respectivamente, tuvieron una buena actuación. La segunda parte mostró a un Archeus más seguro con la vehemente Grupin’s de Romero- Ramírez y los magníficos diálogos de Fons de Bru. Por su parte, los bilbaínos del Ensemble Kuraia sorprendieron por su elevada capacidad técnica y expresiva, demostrada sobradamente en las Diferencias de Guinjoan, muy intensas, y en el estreno en España de Detto II de Gubaidulina, magnífico. El Grup Instrumental de València es ya un clásico del certamen que nunca defrauda. Los de Cerveró estrenaron la soberbia Undertow/Drive de Soutullo y abordaron con solvencia el sentido, interesante y accesible homenaje a la guitarra que es el Céfiro de del Puerto. Con todo, el concierto que dieron los Solistas de Trondheim merece una mención especial. El conjunto dirigido por Gimse, tras estrenar obras de Nordheim y Calandín, y sobresalir con el Concierto en Re de Stravinsky, maravilló con su visión de Fachwerk, espectacular concierto para bayan –acordeón cromático ruso– de Gubaidulina. El gran artífice y protagonista absoluto fue el solista Geir Draugsvoll, que exprimió los ilimitados recursos expresivos del instrumento en una auténtica lección musical que dejó anonadado a más de uno. La propina de Piazolla remató uno de los puntos culminantes del festival.